Sexta-feira, 22 de Janeiro de 2010

Discursos Sobre a Cidade - 82 - Por Tupamaro

 

.

 

“O  lencinho  dos  Namorados”

 

 

Os anos eram os dos Cinquenta,  do pós-Guerra.

A Srª. da Livração abençoava a Escola do Professor Monteiro e da D. Corinta, logo ali ao lado, mesmo em frente à porta principal, e o manto das paredes da sua Igreja cobria os afagos e os beijinhos dos enamorados quando, pela tardinha, vinham colher água na fonte, calhadinha logo à entrada do caminho para o Eiró.

O Professor Monteiro era dos rapazes. A D. Corinta, das raparigas.

O recreio era comum, mas havia uma fronteira invisível que raparigas e rapazes viam, nitidamente, não poder ser ultrapassada.

Contudo, antes da entrada e depois da saída, por aquela portinhola de ferro, não havia limites nem fronteiras.

Do lado de fora era zona franca, e os rapazes mai-las raparigas, nas cidades chamados meninos e meninas, e agora, no século XXI, chamados Jovens, misturavam-se ao balanço daquele vaivém de atracções que só as tardes da vida saberiam explicar e compreender.

Era prazenteiro, bom aluno, e o professor até o punha a ler os textos da Revista do SNI ou do Livro de Leitura, em pé, em cima do banco da carteira, na qual havia uma ranhura para o ponteiro, o lápis e a pena, de aparo nº2 ou nº4, e havia, também, na esquina direita da carteira, um tinteiro de esmalte….de um branco brilhante.

E elas formavam um grupo de colegas que o apreciavam.

Souberam do dia de anos dele.

Na «loja» da rua principal, antes de chegar à ponte sobre o rigueiro onde costuma ser instalado um S. Cristóvão grandalhão, com o Menino Jesus às carranchulas e uma cana de pesca armada com uma guita e um peixito raquítico pendurado na ponta, cada uma do grupinho comprou um lencinho bordado.

E no Largo da Srª da Livração, onde a canalhada dava largas à sua alegria de viver, jogando à macaca, ao eixo-baleixo, ao trinca-cevada, aos reis-e-rainhas, ou à pancada, no Dia de Anos, ele, o prazenteiro, recebeu três lencinhos bordados. Meteu um num bolso das calças, outro noutro bolso das calças e outro no bolso da blusa (agora chamada só camisa).

Estremecido, correu pela estrada de Sapiãos. Saltou um muro e vagueou por umas cortinhas. Parou junto de umas macieiras de onde se penduravam algumas maçãs raquíticas, mas perfumadas e gostosas. Nos ramos mais altos, os cascarrolhos fizeram ninhos. Trepou pelas macieiras acima a espreitá-los. Num ainda havia uns passarinhos de berço. Furiosos e valentes, os cascarrolhos – pais começam a fazer um barulhento chilreio dos diabos. Ganharam coragem e de voos rasantes passaram ao ataque dando umas bicadas no toutiço e nas mãos do mirone.

O rapaz dos Três Lencinhos saltou abaixo da macieira. E confuso pelos tremores das prendinhas e pelos temores dos cascarrolhos, continuou a vaguear pelas margens do Noro, sem saber lá muito bem porque se via à nora com a turbulência da sua cabeça e o galopar do seu coração.

Bem gostaria de ter um casaco par vestir no domingo e levá-lo à missa. E se ao menos o casaco tivesse três bolsinhos!...

Bem, mesmo com um só, talvez até fosse possível pôr lá os três lencinhos, nem que fosse só a ver-se o biquinho de cada um.

O amor não escolhe idade!

 
 
 
Tupamaro

 

 


publicado por Fer.Ribeiro às 00:33
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Sexta-feira, 15 de Janeiro de 2010

Discursos Sobre a Cidade - 81 - por Fe Alvarez

 

.

No hay suerte, dice la gente...

No hay suerte!? Qué suerte perra!

que lleva a que nazcan rosas

entre rastrojos y piedras

 

Las piedras, no tienen alma,

los rastrojos ya se queman

la rosa, ve arder sus hojas

y dá suspiros de arena.

 

Y entre suspiros y llantos,

la rosa, ya sin belleza

doblado su orgullo, cae

entre ratrojos y piedras.

 

Una niña que pasaba,

cuando se iba a la escuela

coge amorosa esta rosa

y se la lleva con ella.

 

Llegando a casa la dora

y la pobre rosa muerta

se sueña y agradecida

descansa en caja de arena.

 

 

 

Madalena, una niña? Golondrina, sirena, tórtola, mariposa de las calles y los caminos, soñadora, algo eterea, quizás irreal, fuera de tiempo y de luagar, rubia, en su sonrosado rostro llamaban la atención sus ojos, unos ojos verdes, como irisados y cambiantes, no todos los días se presentaban con la misma tonalidad y esta preciosidad, pertenecía a un matrimonio que la voz del pueblo los denominaba como "moinantes" tenian otros pequeños, pero de entre todos destacaba ella, la pequeña Madalena, se diría que era una princesita entre harapientos y ella propia desaliñada, aunque algo la diferenciaba del resto, se podía decir que tenía "angel", tendría 7 u 8 años, todos los pequeños eran explotados por sus padres, tenian que pedir limosna y con sus progenitores llevaban una vida errática. A la pequeña, le encantaba charlar con todas las personas, que le prestasen un mínimo de atención, por eso hacía sus escapadas a un barrio determinado de la ciudad, esto lo hacía cuando tenía que mendigar, en estas huidas narraba sus sueños con una alegría contagiante, los temores los omitía, por eso su felicidad se sentía soñada, casi como un espejismo en su desierto particular, o eran varios, el desierto del amor, del cariño, del desprecio, de la higiene, del frío, del analfabetismo, del hambre, de la sed... tantos desiertos en un cuerpecillo tan frágil.

 

Un buen día, supimos que los padres de Madalena se marcharan a Valpaços, dejando a la pequeña abandonada, aunque creo mas bién, que en su cabecita germinó la idea de escaparse, dar un salto adelante y así poder acceder a una vida con futuro, más acorde, más prometedor, sabía que tendría una puerta que se le abriría y así sucedió, una vecina viendo a la pequeña desamparada, decide quedársela, ella sintió en este gesto el primer paso para conseguir lo que más deseaba, ser como las otras niñas; esa señora me trajo a la pequeña pidiéndome que le cortase el pelo y se la bañase, el pelo estaba muy desaseado y lleno de piojos y liendres, el cuerpo no denotaba tanto abandono,después de desparasitarla concienzudamente, lo que no fue facil, se le vistió ropita limpia que alguien proporcionara. En esos momentos fui testigo de sus sueños.

 

- Parezco una niña normal, verdad?

 

- Qué cosas dices! eres una niña normal, pobre pero normal, no te digo... qué cosas se te metieron en esa cabecita!

 

- Y ahora podré ir a la escuela?

 

- Claro pequeña.

 

- Podré aprender a leer y hacer cuentas?

 

-Todo lo que se enseña en las escuelas.

 

- Y tener amigas? dígame, podré tener amigas?

 

- Todas las que puedas conseguir.

 

- Perdone, podré tener algún vestido nuevo?

 

- Más de uno, hay que mudarse y andar limpio.

 

- Qué zapatos tan lindos! siempre pensé que los zapatos son lo mejor del mundo, los mios siempre estaban rotos y feos. Ya me olvidaba, dónde dormiré?

 

- En una cama, dónde ibas a dormir?...

 

- Tengo que portarme bien y lo haré, estudiaré mucho, mucho y después quiero ser profesora, para enseñar todo lo que aprenda a otros niños.

 

- Eh, eh! no corras tanto que para llegar a eso, aún tiene que pasar mucho tiempo

 

- Cuando empiezo la escuela?

 

- Primero tengo que saber algunas cosas, no sé como hacer para poder tenerte sin problemas.

 

- Pues dice que soy su nieta.

 

- Las cosas no pueden ser así, tengo que aconsejarme. Después habrá que matricularte y en cuanto empiece el curso irás a clase.

 

- Viva, iré al colegio y seré como las otras niñas, tendré amigas y jugaremos! Ya no seré una niña pobre.

 

- Oye que yo no soy rica, viviremos humildemente.

 

- Quien tiene vestidos y una cama donde dormir y va a la escuela, no es pobre.

 

 Y con estas y otras razones semejantes, fue abriéndonos su alma y esos sueños, normales para muchos niños e inalcanzable para muchos otros, que se pierden sin una oportunidad y ni los vemos ni los sentimos, son pequeños transparentes o invisibles. Ella supo manifestarse y comunicar pues era un ser inteligente, muy inteligente, tenía una edad y una madurez superior a la cronológica pero su suerte no estaba en consonancia con todo lodemás. 

Madalena no lo sabía pero su dicha era efímera; inconscientemente se tambaleaba a orillas de un precipicio, negro y profundo, que engulliría sus sueños, sus nobles sueños, la escuela, la cama, las amigas, los vestidos.... ser profesora.

 

 Ese abismo se personalizó en sus padres, regresaron, indagaron y fueron a dar con la pequeña, armaron un buén escándalo, de aquellos que eran habituales por otros tiempos, vino la policía y primó el poder de unos padres que interesados con la merma del limosneo, volvieron para recuperar a su mienbro más rentable, no se invocaron los derechos de los menores. O no los había?... creo que en esas épocas, nadie pensaba tener o tenía derechos, solo obligaciones.

 

Pasó un tiempo sin que volviesemos a verla, en un sábado que fui a la verbena, que como todos saben se hacian en el Jardín Público, en el barrio de la Madalena,  ya cerca de la puerta, correteando entre los coches, mendigando, estaba ella, me estendió su manita.

 

- Madalena!?

 

-............. (silencio)

 

No volví a decirle nada, no podía, sus hermosos ojos, ahora sin brillo, me lo contaron todo, me hablaron de la falta de sueños, de su verguenza, del dolor absurdo, profundo y negro, del desánimo, de la  derrotada y así vencida, con todo el peso del mundo sobre sus débiles hombros, bajó la mirada, hundió su mentón en el pecho, dio media vuelta y se marchó, me quedé un buen rato mirándola, impotente, avergonzada también y dolorida por aquel pajarillo herido de muerte, ya no había música ni alegría, solo un amargo sabor. Cómo un proyecto de mujer, siendo aún tan tierna, pudo sentir y transmitir su fracaso de vida?

 

Pasó un tiempo y llegó, un  día llegó casi de puntillas, la noticia de su muerte, un coche, la atropellara. Que Dios me perdone, pero sentí que la sirenita de las calles encontrara el camino de la liberación.

 

Cuantas Madalenas se nos cruzarán en la vida!

 

Fe Alvarez

 

 


publicado por Fer.Ribeiro às 01:51
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Sexta-feira, 8 de Janeiro de 2010

Discursos Sobre a Cidade - 80 - por José Carlos Barros

 

 

 

.

 

A propósito dos desastres

 

um poema de José Carlos Barros

 

http://casa-de-cacela.blogspot.com

 

 

i.

em dezembro de dois mil e nove o que procuramos

na rua de santa maria ao fim da tarde além do perpianho à vista

e das varandas verdes das casas recuperadas que não seja

o poço fundo de passar o tempo por nós

como sob as pontes

a água?

 

ii.

em mil novecentos e trinta e nove já a administração central

sob vigência de sua excelência o marechal carmona 

e em plena ditadura nacional

se gabava de desconcentrar os serviços. hoje o debate

sobre a regionalização não deveria ser contaminado

pela discussão da proficiência de ccdr’s ou arh’s

e não sei que transferências de competências centralizadas

sob pena de tomarmos a nuvem por juno

e apanhar-nos a chuva enquanto nos distraímos

a encanar a pata ao anfíbio.

 

iii.

agarramo-nos à memória e vivemos dela

ou procuramos viver a jogar às escondidas nas veredas

ou nos bosques de caducifólias

a partir do momento em que os imprevistos

telefonemas dos amigos

o mais certo é darem notícias de perdas sucessivas

ou acarrearem inventários de irreparáveis danos em

vez do relato das sombras das árvores

erguidas nas margens dos rios

onde todos os anos jurámos

regressar.

 

iv.

dona teresa de jesus teixeira rumou de chaves a mirandela

nesse preciso ano de mil novecentos e trinta e nove

e aí apondo-se retrato carimbado e

dilucidados dados pessoais

no fim da jornada trouxe consigo o cartão profissional

indispensável a que o tribunal dos

géneros alimentícios (assim uma espécie de primeva asae)

não começasse antes ainda de averiguar

corruptela nos comercializados produtos alimentares

a caçá-la logo por falta de licença.

 

v.

de uns senhores sabemos que devem topar uma grande

novidade no facto tão prosaico de já em

mil novecentos e trinta e um

a reorganização do ministério da agricultura

nos seus pressupostos realçar a necessidade imperiosa

de descentralizar os serviços: e por isso a

dona teresa de jesus teixeira do antigo pasteleiro

com sede em chaves na rua de santa maria

lhe bastou rumar a mirandela ao invés

de perder-se nos corredores em lisboa da inspecção

técnica das indústrias e comércio agrícolas.

 

vi.

num fim de tarde de dezembro de dois mil e nove

o que procuramos na rua de santa maria

é já o que perdemos: o antigo

pasteleiro com recortes velhos de jornais pendurados nas paredes

e uma sombra que o mais certo é começar no mais

fundo do coração de cada um de nós

a acompanhar-nos em redor de um prato de pastéis aquecidos

e de uns bucólicos e insípidos finos

com que persistimos em enganar-nos

a nós mesmos.

 

vii.

isto tudo descobri há bocado

(preparando-me para escrever em verso rimado

o relato inédito dessa manhã de domingo

de mil novecentos e quarenta e dois

em que dona teresa de jesus teixeira contou pormenorizadamente

a maria do carmo ferreira da silva fragoso carmona

o segredo verdadeiro dos pasteis de chaves)

ao receber o telefonema de um amigo

que se resumiu a versar os desastres

a que nos começamos vagarosamente a habituar

e a acomodar.

 

 

 


publicado por Fer.Ribeiro às 01:49
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Sexta-feira, 1 de Janeiro de 2010

Discursos Sobre a Cidade - 79

 

 

O ESPANTALHO

 

     O Ti Balele, de nome próprio Manuel Teixeira, era um homem levado do catrino(1) para a paródia. Filho primogénito de uma família abastada da Veiga e com pouco para fazer na terra, dada a criadagem da casa, dedicava o mais do seu tempo às coisas do intelecto, cogitando refinadas diabruras ou passeando o non far niente(2) pelos recantos idílicos da cidade. Dono e senhor de uma capacidade de imaginação notável, dominava as mais invulgares habilidades: tocava um sem número de instrumentos musicais apenas de ouvido; consertava rádios e mais tarde até as televisões de válvulas; fogões de gás; motores de rega e de automóvel e inventava estranhos arcanhos(3) para os mais inusitadas propósitos! Uma inteligência prodigiosa e rara. Como ele só conheci um tio-avô, o Júlio das Malhadeiras dos Moreiras da Amoinha Nova.

 

     O Balele vestia como um pimpão: chapéu às três pancadas, brilhantina num cabelo às ondas penteado para trás, calça de risca ao fundo tocando levemente num sapato de salto médio com protectores para que batesse o ritmo gingão das passadas nas pedras da calçada, camisa de cashmira(4) de um branco imaculado com colarinhos à teta de cabra, engomados, caindo sobre as dobras do casaco cintado. Aberta até ao peito, a camisa, deixava divisar os pêlos do peito, que quase não tinha. No anelar da mão direita exibia uma chapola(5) com um grande rubi e no da esquerda, uma outra com a bandeira nacional. Quando se pavoneava pela cidade nada ficava a dever ao mais refinado travolta. Nesta figura e a dar no olho, passeava-se de café em café, galando as moças à ganância. Vazava-as com um olhar ladino, despojando-as das sete fraldas e sonhando navegar, perdido, na alva espuma dos seus corpos brandos. Um autêntico marialva!...

 

     Não havia festa nos arredores da cidade em que não estivesse com o seu Volkswagen carocha carregado de amigos. E, quando por Setembro se fazia o arraial de Valpaços, um dos mais afamados da região, carregava a caixa aberta da camioneta Bedford de rapazes e moçoilas e lá subia a serra de S. Lourenço a passo de caracol até que o planalto permitisse engrenar a prise(6) e seguir mais ligeiro. Chegando a Valpaços descarregava num qualquer souto, comprava cinco ou seis melões casca de carvalho e lerpava-os(7) com os amigos ali mesmo sobre qualquer penedo onde estacionasse. Bebia uns canecos do tinto de 15 graus de Santa Maria de Emeres e como um tego bailava, bailava, umas vezes no ringue – pago – outras no terreiro – livre. Às tantas da madrugada admirava o fogo de artifício que era famoso e quando a manhã mostrasse a fuça regressava, mais morto do que vivo. Por Deus querer nunca se esbandalhou(8) a descer, desengatado, o miradouro de S. Lourenço. É que afinal era mais o vinho e o cansaço a guiar do que a própria razão!

 

     Casou, já quarentão, em Vilas Boas. Porém, tanto escolheu, tanto escolheu, que pouco acertou! Calhou-lhe um xaragão mal mexido(9) que pouco tempo o fez feliz. Meia dúzia de anos bastaram para que apartassem fazenda(10) e fosse cada um curtir a solidão para sua banda. Assim se mantiveram até que a morte os ausentou das tropelias desta vida.

 

     Por falar em tropelias partilhemos então algumas daquelas que o fizeram notado.

 

     Andava há tempos com a cisma de que as vasilhas tradicionais de castanho, tairradas(11) lhe azedavam o vinho. Durante anos reparou que a pinga, a partir de meia vasilha avinagrava, apesar de estrafegada no seu tempo. Resolveu então experimentar envasilhar o pitróil(12) numa cuba de cimento. Achava ele que haveria de ficar mais fresco e durar mais tempo sem se estragar. Botou mãos à obra. Passado um mês tinha a dita cuba construída e com capacidade para cinco pipas. Uma obra admirável, não pelo tamanho mas pela novidade que constituía à época. Na primeira colheita encheu-a com o mosto das uvas de Alvites e esperou que o vinho desse de si. Diz o adágio que “pelo S. Martinho se vá à adega e se prove o vinho”. Meu dito, meu feito. Provou-o e como de facto estava uma pinga do caraito(13): cristalina à luz, encorpada, sabor a fruta silvestre!.. É claro que tinha de ser da qualidade da vasilha porque, como noutros anos, também tinha afogado no vinho um pedaço de carne gorda da pá e nem por isso o tintol ficara tão bom. Ao domingo era um corridinho de provadores adega adentro e qualquer deles, por muito biqueiro que fosse, não deixava de, com o órgão do paladar, colorir o ambiente dos apreciadores profissionais com aquele estalido da praxe no fim de um bom copo de tinto!.. Porém, aquilo estava a tornar-se insuportável. Não faltava gente a rondar o caminho para molhar o bico e o medidor exterior do nível da cuba ia assinalando descidas acentuadas. Havia de se fazer qualquer coisa porque por este andar o tintol não teria tempo para azedar e lá se ia a experiência para ver o que aconteceria ao vinho quando a vasilha estivesse menos de meada. Não esteve com meias medidas: fechou-se na adega e com tinta e pincel pintou na frontaria da dita cuba um tufo de cachos vigorosos e uma frase em letras pouco menos do que garrafais: “Beba, não se faça burro! Mas pouco!...” É claro que para os mais esclarecidos a mensagem passou, o pior é que muitos dos seus amigos não sabiam ler nem escrever!... O vinho depois do escrito continuou a mingar mas agora mais d’amodinho(14), contudo, não ao ponto de, pelo menos naquele ano, conseguir verificar se a cuba evitaria que o néctar entoldasse!...

 

     De outra vez meteu-se-lhe na cabeça esculpir um taludo(15) tronco de carvalho em forma de Deus Baco, para decoração da adega. Porém, fê-lo tão abantesma que quando o meteu junto dos tonéis batia com a cabeça nas traves de castanho que seguravam o sobrado, não rimando, para além do mais, com a decoração da adega. À falta de melhor sítio para o colocar, pregou com ele no telhado fronteiro de sua casa, em cima de um pedestal de cimento como se de uma estátua se tratasse. Colocou-lhe entre os braços semiabertos um arco com a seguinte frase: “diz lá quem te bateu?” Nunca ninguém percebeu o que ele quereria com este dezer, nem ele alguma vez o explicou. Talvez o propósito estivesse muito avançado para o entendimento das mentes daquela época!.... O animal era de tal forma feio que espantava e intrigava quem passava no caminho e o admirava. Inclusivamente as mães, para obrigar os filhos a comer o caldo, ameaçavam-nos com o “quem te bateu” e a coisa funcionava!... Ao menos isso!

 

     Noutra ocasião pegou num volumoso livro que andava lá por casa, talvez uma velha Bíblia Sagrada e com a paciência do chinês recortou-lhe as folhas interiores até conseguir espaço para introduzir um arcanho que ele próprio fabricou e que se destinava a prendar a curiosidade de quem o abrisse com um piparote(16) eléctrico do catano! Encapou-o cuidadosamente com um colorido papel de estanho, matéria condutora da energia eléctrica, decorando apelativamente a capa com umas imagens de mulheres seminuas como convinha para atrair atenções. A primeira vez que o usou foi no café Brasil onde havia uns bilhares muito usados pela juventude. Um dia chegou ao estabelecimento um pouco depois do repasto, não estando ainda ninguém por lá a dar ao taco(17). Cuidadosamente colocou o livro sobre o bilhar, armou a esparrela(18) e foi tomar o seu café. Não demorou mais de meia dúzia de minutos sem que dois pimpões, matarruanos(19) que vieram feirar, entrassem filando de imediato as imagens apelativas da capa do livro. Cegaram-se como os pinchos(20) quando vêem o grilo na pescoceira.

 

     – Ele que caraito é isto? – botava o mais afoito!

 

     Num bês, é um libro de gaijas! – constatava o outro.

 

     De gaijas? Bem mou finto!...

 

     Astrebeibos a abririo e vereides(21) a Greta Garbo toda nuzinha – disse o Balele do balcão, para lhes aguçar ainda mais o apetite!...

 

     Atão num astrebemos! – responderam corajosos.

 

     Um deles botou-lhe as unhas e mal o abriu um pouco apenas, o arcanho deu de si e aí vai aço!...

 

     Puta que pariu!.... – berrou surpreendida a vítima largando o livro que, às cambalhotas pelo ar, se esbandalhou escontra a parede fronteira!...

 

     - Arra foda-se que vocemecê agora é que me fodeu! Vá lá p’ro caralho que o recontrafoda, vocemecê mais o caralho do livro, e arrousse-se(22) daqui para casa do caralho entes que le foda as bentas!...

 

     Quem assistiu ao espectáculo riu a bandeiras despregadas. É que galhofas daquelas só na Lapa, uma vez por ano, com as palhaçadas do Cardinalli.

 

     De outra vez comprou, creio que a uns ciganos que faziam negócio com materiais vindos de Andorra, um auto-rádio que montou no seu carocha. Um cantante(23) que fazia as delícias e a inveja dos seus amigos. Tocava os fados da Amália os rocks do Travolta ou as baladas de Nelson Ned, Mari Sol e Roberto Carlos com tanta limpidez que chegava a fazer arrepiar quem as ouvia. Aliás, moçoila que aceitasse ouvir um destes temas só conseguia sair do carro com duas beijocas nas trombas…e se não fosse mais! Mas o rádio tinha um problema que afligia quantos o admiravam: não tinha marca! Cada vez que algum amigo ou amiga admirava o aparelho e o seu desempenho, não deixava de lhe notar o incontornável defeito de ausência de marca. Poderia lá ser, um rádio tão bom e sem marca!... O Balale tanto se encheu daquilo que um dia sentou-se na sua banca de trabalho e desenhou, numa placa de alumínio fino, a marca do rádio, cujas letras minúsculas recortou com uma minúcia de cirurgião. Depois de pronto o trabalho não se distinguia do feito na fábrica. Colou com cuidado e no lugar aprazado a respectiva marca: MERDEX.

 

     Daí por diante nunca mais ninguém ousou sequer reparar que aquele rádio não tinha marca!... Problema resolvido!

    

     Certa ocasião constou que um dos criados da casa tinha morrido no Tâmega ali para os lados da Galinheira, quando numa sesta(24) se banhava nas suas águas límpidas. Dizia-se que o corpo não teria aparecido por ter sido engolido num dos muitos redemoinhos que por ali se dizia haver. De facto e até hoje o desgraçado não deu à costa. Porém, isso não obstou a que se tentasse levar por diante um enterro digno. O Balele, numa tarde de cegada na Veiga fez constar, entre o rancho de trabalhadores, que o corpo tinha aparecido e que estava em câmara ardente no salão grande da casa, pelo que no regresso do trabalho todos poderiam participar no respectivo velório, rezando um terço por sua alma. Teve a tarde toda para preparar a cena como lhe convinha. Contratou um amigo armador que com ele preparou a sala com todos os requintes que se exigiam dum mortório a sério. Não faltava a urna, os candelabros de azeite que ardiam mortiços criando um ambiente de penumbra sobre um caixão roxo que repousava em dois suportes cromados. Uma grande cruz sobre a cabeceira dava o toque final. Na urna repousava então o volume do corpo do infeliz completamente coberto por um véu preto opaco como convinha para que não se visse o estado de putrefacção que já mostrava. É evidente que do volume do corpo não tinha senão um fato velho preenchido com feno e uma cara deslavada fabricada de pasta de jornal, mas tão bem feita que ao longe e na penumbra, imitava na perfeição o defunto. Quando pela tardinha as pessoas iam chegando do campo passavam por lá, botavam água benta e rezavam um padre-nosso pela alma do infeliz. À noite rezar-se-ia o terço como era costume. Contratou a tia Cândida para debitar as Avé Marias. Antes porém fez passar uma corda fina pelo estrebão(25) da casa e que ligava o pescoço do defunto à uma sala contígua. A corda estava perfeitamente camuflada pelas colchas roxas que adornavam a cabeceira do morto. Acontecia que quando se puxasse na outra sala isso faria com que o defunto se levantasse precipitadamente e com grande estardalhaço porque às pernas do espantalho prendeu uma série de campainhas dos bois. A noite foi chegando e com ela os muito afanados fiéis. Tudo estava pronto e a Tia Cândida deu início às ladainhas com a sala quase repleta. O sobrado de castanho rangia com o peso. Botou Avé Marias e Pai Nossos sem conta e quando tudo já dormitava no rame rame das rezas, o Balele, sorrateiro, esgueirou-se para a sala contígua. Quando lhe pareceu, deu um valente puxão à corda fazendo saltar o morto que aos toques endiabrados dos guizos ficou pendurado, à laia de enforcado, na trave da sala. Meu amigo, o pânico foi de tal ordem que o pessoal que não desmaiou precipitou-se para a porta estreita para dar de frosques(26). Porém, o peso inusitado de tanta gente aglomerada sobre os caibros que sustentavam o sobrado junto à porta de saída fizeram-nos ceder e foi tudo parar à loja dos recos(27), numa escuridão total. O morto baloiçando na trava continuava a tilintar campainhas, os homens e as mulheres, num amálgama, chafurdavam no esterco da loja. Os desgraçados dos recos a grunhir assustados como diabos, faziam da cena um autêntico Inferno de Dante. Os que puderam escapar-se pela porta da corte para o pátio, largaram rua acima para não mais pararem. Os que desmaiaram, iam acordando aos poucos e fugindo quanto podiam, os que ficaram feridos com o desastre gritavam como almas penadas cuidando estarem já a caminho das parafundas(28) do inferno!

     Quando tudo se esclareceu o Balele teve de fugir para a Póvoa de Varzim até que tudo estivesse esquecido. Não demorou muito tempo que pudesse regressar na paz do senhor porque apesar de tudo já ninguém deixava de se rir com o arrojo daquele alma do diabo!

 

Gil Santos

 

1 - O diabo em figura de gente

2 - Não fazer nada

3 - Utensílios refinados

4 - Tecido fino

5 - Anel muito grande

6 - Velocidade mais alta da caixa de velocidades

7 - Comia-os

8 - Se desfez

9 - Uma mulher matrona

10 - Se separassem

11 - Mal limpas das borras

12 - Petróleo - vinho

13 - De estalo

14 – Devagarinho

15 - Grande e grosso

16 - Um coice

17 - A jogar

18 - Ratoeira

19 - Parolos

20 - Espécie de pássaro

21 - Atrevei-vos a abri-lo e vereis

22 - Desande

23 - Rádio

24 - Costume de dormir depois de almoço no Verão

25 - Forro

26 - Fugir

27 - Corte dos porcos

28 - Funduras

 

 

 

 

 


publicado por Fer.Ribeiro às 03:51
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